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Ser mamá de un misionero

JUCUM Mazatlan July 17, 2018

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Ser mamá de un misionero

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¿Qué necesitas para ser mamá de un misionero? Solo necesitas un llamado y un hijo

Correr a la velocidad del latir del corazón de Dios. Dejarlos crecer y dejarlos avanzar, cuidar y alimentar su fe.

En este vivir como mamá de misioneros, me encontré con miedos que nunca pensé que podría tener, me encontré con tristezas que no me podría permitir; me encontré con retos que tendría que alcanzar y me encontré con preguntas que tal vez por el momento no  tendrían respuestas.

Sin embargo, también descubrí planes por cumplir, sueños por alcanzar y con lo más grande que una madre puede experimentar y fue descubrir “creyendo” que Dios siempre está en control.

No fue sencillo ver a mi hija caminar por si sola hacia su vida, sentir que ya no la tendría en casa, saber que estaría en un lugar donde no conocía a nadie. Eran muchas frases en mi mente pero me propuse “no pensar” y “solo creer”. Estaba viendo a una jovencita que por sobre todas las cosas le estaba empezando a creer a Dios por sí sola, con una fe personal e intransferible, creyéndole a Dios con todo su corazón a pesar de las circunstancias; porque de  ahora en adelante sería su fe, su relación con Dios la que la mantendría firme y fuerte con la certeza en su corazón que Dios la había llamado y que ese era el lugar para el que había sido preparada y donde continuaría siendo entrenada.

Como mamá de un misionero tendrás batallas que vivir y emprenderás luchas que jamás imaginaste. Y en este caminar para términos prácticos, he encontrado que son dos batallas, una batalla interna y otra externa. La primera batalla es en tu alma (batalla interna) que ha sido  influenciada por este mundo. Hemos cambiado nuestras prioridades, hemos modificado el diseño dado por Dios. El diseño original es buscar las cosas de Dios y Él se encargará del resto. Hemos crecido en una cultura que te ha enseñado a buscar el resto y luego el Reino de Dios será añadido, y esa equivocación hay que eliminarla de nuestra mente. Para nuestros hijos, Dios no debe ser una añadidura, Dios debe ser su prioridad. Pero eso no es todo, porque la segunda batalla es en nuestro mundo (batalla externa), es tu familia, es tu círculo de amigos, es tu trabajo, es todo aquello que observa de forma desconcertada cómo le permites a tu hijo irse de misionero cuando hay tanta necesidad en casa, cuando tal vez te quedas sola luchando con la vida o  cuando tal vez tenga la oportunidad de brillar económicamente. Si no vences la primera batalla tienes pocas y muy pocas posibilidades de vencer la segunda batalla, porque tu prioridad es cuidar y guardar tu corazón de madre de toda contaminación y saturarte de la sabiduría de Dios.

Tal vez tu hijo aprendió desde pequeño a colocar primero a Dios en su vida o tal vez tu hijo quiere conocer que significa colocar a Dios de primero en su vida.

Tu hijo quiere saber que se siente tener a Dios como su Padre o tal vez tu hijo necesita a Dios como su Padre.

Tu hijo quiere encontrar y definir el propósito en su vida o tal vez tu hijo está buscando la confirmación de su llamado.

Tu hijo quiere explorar una alternativa conocida como “misiones” que aparentemente no ofrece peligros, sin embargo solo existe un riesgo y es que decida hacer de su vida una misión al 100%, pero es el mejor de los riesgos porque cualquiera que sea tu situación como mamá de un misionero puedo decirte que tu vida jamás será igual, jamás será la misma de antes, no solo la vida de tu hijo cambiará, Dios mueve y no deja de mover a quien está con Él, y cuando lo hace debes estar preparado para ir con Su movimiento.

Dios tiene caminos más altos y más sabios, tu vida como mamá de un misionero no podrá compararse con la vida de ninguna otra. Tu vida será intensa, apasionada, te convertirás en una mamá fuerte, guerrera y con propósito eterno. Le tendrás que creer a Dios primero, te convertirás en quien lo apoye en oración, quien lo apoye con tus palabras, quien lo apoye en sus decisiones, quien lo apoye en sus retos, quien lo levante cuando los días sean complejos, quien abra sus ojos ante el camino que decidió tomar y que jamás regrese atrás, serás parte de su equipo de oración, serás su primer intercesora, serás su escudera. Tus mañanas y tus noches serán en fe solo porque que necesita de tus rodillas para clamar al cielo, agradecer al cielo y creerle al cielo.

Tu fe si la tienes será retada y si no la tienes será edificada. Sin tus oraciones a tu hijo le faltará ese  “algo” que le permita llegar a donde Dios lo necesita y puedes tener la certeza que por tus oraciones cumplirá el plan que Dios tiene para él. Tus oraciones unirán las promesas de Dios con tu caminar en esta tierra.

Las luchas de tu hijo serán tus luchas y las luchas de sus compañeros de misiones serán tus luchas porque te has convertido en misionera “sin saberlo y sin proponértelo” porque las misiones son de las manos que envían y tú has enviado tu hijo para llevar la eternidad a quienes están perdidos, entregas tu hijo a caminos y a personas que no conoces pero que lo necesitan, necesitan de sus palabras, necesitan de su fe, necesitan de su fuerza, necesitan de su visión y tu hijo es la manifestación del amor de Dios por esta humanidad.

Tu hijo te necesita mucho más, dependerá más de ti, te tiene a ti para poder caminar cada día por fe y en fe. No has perdido a tu hijo has ganado al mundo por medio de tu hijo porque le has entregado tu legado.   

TU HIJO MISIONERO TE NECESITA.

por: Ita Andrade - Colombia / Julio 16, 2018

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