4 cosas que aprendí viviendo en un barco

La visión de embarcarse a islas aisladas parece emocionante y exótica. Pero tal vez te preguntas: ¿Cómo es realmente la vida cotidiana en un barco?

Seguramente vivir en un barco es una aventura única. Puedes navegar sobre alta mar, sentir la brisa salada, y conectarte más con Dios al experimentar la grandeza de su creación.

Además de eso, aprendes muchas lecciones nuevas e importantes al tener que enfrentar algunos desafíos difíciles.

Déjame platicarte mi experiencia de cuando decidí vivir en un barco de JUCUM. Espero que las lecciones que aprendí puedan inspirarte a salir de tu zona de confort y entrar en el llamado que Dios tiene para ti.

1. Es bueno no tener tu "propio espacio"

¿Sabes que es posible hacer tu Escuela de Discipulado y Entrenamiento a bordo de un barco? 

Así fue mi caso. Éramos 45 estudiantes viviendo en el barco. Todos teníamos, al menos, un compañero de cuarto. Yo nunca había compartido cuarto con alguien por más de unos cuantos días, así que la idea de tener que pasar tres meses en el mismo cuarto con alguien a quien no conocía no me agradaba mucho.

Después me di cuenta de que vivir en un espacio compartido era una increíble oportunidad para conocer mucho mejor a mis compañeros.

Pude escuchar sus historias y compartir sobre nuestros miedos, inseguridades, triunfos, fracasos y luchas. De pronto noté que compartía muchas cosas con muchos y en tan sólo unos días comencé a verlos como familia.

2. Puedes encontrar silencio en medio de tanto ruido

Recuerdo que un fin de semana estuve a punto de perder la razón. Estaba intentando pensar en todo lo que había aprendido los días anteriores, y por primera vez en mucho tiempo anhelé tener un poco de silencio.

Salí de mi cuarto y el comedor estaba lleno de gente, la sala común también. El muelle estaba siendo usado como pista de patinaje, y la cubierta como área de juegos.

Corrí hasta la punta del barco, me senté y con un nudo en la garganta le pedí a Dios un segundo de silencio, ¡aunque fuera uno!

Cuando levanté la mirada, me topé con uno de los atardeceres más hermosos que he visto en mivida.

Quedé absolutamente cautivado por la belleza del paisaje y los colores que se pintaban el cielo. El sonido de las olas, el calor de los últimos rayos de sol y la frescura de la suave brisa que soplaba apagaron todas las voces y el ruido a mi alrededor.

Fue como sí de repente todos en el barco hubieran desaparecido y sólo estuviéramos Dios y yo.

3. Las cosas que menospreciamos son las que traen más bendición

La primera vez que vi el barco y lo recorrí completamente tuve sentimientos encontrados. Por una parte me encantó por el simple hecho de que iba a vivir en él, pero por otro lado pensé que era un pedazo de chatarra flotante. Como ya era viejo tenía muchísimas fallas y necesitaba tener reparaciones constantemente.  

A primera vista, nadie daría mucho por este barco llamado el  “Pacific Link”. Pero eso es lo increíble de este y muchos otros barcos de JUCUM. Mucha gente no cree en su potencial, pero estos barcos han llevado miles de voluntarios a los lugares más recónditos del mundo.

Traen medicamentos y entrenamiento, inician proyectos de desarrollo comunitario, hacen cientos de cirugías y procedimientos dentales y, sobre todo, llevan esperanza y el amor de Dios. 

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Al ver esto me di cuenta de que muchos nos vemos a nosotros mismos de la misma forma en que yo veía al Pacific Link. Nos menospreciamos creyendo que no tenemos lo que necesitamos para ser usados por Dios para transformar el mundo, o que somos muy pequeños para lograr algo.

Esta es la mayor enseñanza que recibí de este increíble barco y es precisamente este tipo de personas a las que Dios elige para demostrar su poder y su amor.

Si alguna vez has pensado así, o crees que no tienes nada que ofrecer, o todo el mundo te ha dicho que no eres nada y lo has creído, recuerda siempre que Dios escogió lo despreciado por el mundo.

Lo que se consideró como nada, él lo usó para convertirlo en algo increíble. (1 Corintios 1:27, NTV)

4. Hay un incremento en tu confianza 

Hay un refrán marino que dice: “Donde manda capitán, no manda marinero”. Esta fue una de las cosas que más impactó a mi vida mientras estaba dentro del barco. Como muchos sabemos, la autoridad máxima en un barco es el capitán.

El capitán carga la autoridad de decir cómo y a dónde ir. Mientras viajábamos compartimos mucho tiempo con él. Siempre se mostró confiado haciendo ver todo muy sencillo para todos. 

Esto fue muy revelador para mí, y me llevó a pensar en Dios como el capitán de nuestras vidas. No importaba como se encontrara el mar, el capitán siempre nos demostró: ¡todo está bien, yo estoy a cargo!

Con esta misma confianza me pregunté ¿si puedo confiar en este hombre, cuanto más puedo confiar en Dios como el capitán de mi vida?.

Nunca creí que al vivir dentro de un barco iba a aprender tantas cosas prácticas y profundas al mismo tiempo. Solamente sentí el llamado misionero y llegue JUCUM listo para una aventura.

No esperaba que a través de cada momento cotidiano a bordo, Dios estaría formándome en la persona que me creó para ser. Ahora puedo ver con más claridad que me estaba preparando para tener más impacto en las naciones, empezando con las cosas pequeñas.

Como decía, vivir en un barco es una experiencia única. Si estás buscando conocer más a Dios y darlo a conocer, ¿por qué no considerar iniciar tu aventura a bordo de un barco? Te prometo que aprenderás muchísimo más de lo que estás esperando.

Hay una gran experiencia esperándote ahí fuera; sólo queda que des ese paso y te lances.  ¡Adelante!